Opinión

       

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Escribir sobre nuestra Semana Santa


Luis García Gil

Poeta

 

        Uno de los aspectos que estimo mejorable en nuestra Semana Santa es el que concierne a las publicaciones que existen sobre la misma. Faltan empeños –excepciones al margen- realmente interesantes, plumas autorizadas que incursionen en sus múltiples aspectos y sensaciones, en este sentido estamos a años luz de la Semana Santa de Sevilla aunque sea obvio decir que aquella ha generado una literatura y una ensayística de más amplitud de miras, acorde también a la importancia cultural que posee la Semana Santa de Sevilla, modelo siempre a seguir, pese a quien pese.   De todos modos la Semana Santa de Cádiz merece revisiones atentas, nuevas aproximaciones que traten de enriquecerla, que indaguen en su fluencia histórica, en su imaginería, en su poso literario y sentimental. 

        Se nos quedó un poco desfasada la ambiciosa y espléndida obra de Gemisa titulada Semana Santa en la Diócesis de Cádiz y Jerez en la que participaron en lo referente a la Semana Santa gaditana  José Manuel García Gómez, José Miguel Sánchez Peña y Enrique Hormigo Sánchez. Aquella obra se editó en 1989 y es sabido por todos la renovación que atañe a nuestras cofradías a partir de la década de los años 90 – que prosigue hasta nuestros días- con cambios ciertamente pertinentes en algunos titulares y descubrimientos de interés en lo referente a la autoría de algunas imágenes, entonces todavía el Señor atado a la Columna se lo asociaba a Alonso Martínez, siguiendo las pesquisas de Hipólito Sancho de Sopranis, y de igual modo la imagen del Nazareno se vinculaba al escultor genovés Jacome Velardi. Por eso estimo que urge una obra de síntesis, convenientemente actualizada sobre nuestra Semana Santa. Del mismo modo las cofradías históricas de nuestra ciudad siguen careciendo de estudios de auténtica relevancia a nivel editorial y de investigación, salvando las magníficas obras de Lorenzo Alonso de la Sierra sobre el Nazareno o la de Ángel Mozo Polo sobre el Santo Entierro, sin olvidar los estupendos acercamientos en ediciones muy limitadas y modestas de Enrique Hormigo a Francisco de Villegas y de José Miguel Sánchez Peña al imaginero flamenco Peter Relingh, autor de Nuestro Padre Jesús de los Afligidos y de María Santísima de los Desconsuelos, una de las cumbres de nuestra imaginería procesional, misterio que afortunadamente recuperamos este año.

        Se han publicado en los últimos años algunas monografías pero de escasa relevancia sobre algunas de nuestras cofradías, empeños limitados que siendo loables carecen de la suficiente difusión. Sería deseable que la Universidad de Cádiz promoviera algunas de estas publicaciones y se implicara en la investigación profunda de la historia de algunas de nuestras cofradías de mayor tradición, que al fin y al cabo han caminado al compás de los acontecimientos y avatares históricos de nuestra ciudad.  En Sevilla, y aunque toda comparación pueda no ser siempre adecuada, el ejemplo de su Universidad es muy esclarecedor ya que promueve constantemente publicaciones sobre la Semana Santa de Sevilla. Profesores como Jesús Miguel Palomero Páramo o José Roda Peña han investigado a través de distintas obras en la riqueza artística de la Semana Santa de Sevilla. Y si nos remontamos más allá de nuestro tiempo encontramos monografías clásicas del maestro José Hernández Díaz y colecciones tan sugestivas como aquella titulada Arte hispalense que editaba la Diputación de Sevilla y en la que cada uno de los libros estaba dedicado a un artista que había desarrollado su labor en el entorno de Sevilla. Juan de Mesa y Pedro Roldán –en sendos estudios de Hernández Díaz y Jorge Bernales Ballesteros- fueron los primeros imagineros en abrir dicha colección en la ya lejana década de los años 70 del pasado siglo. Aquí, en nuestra ciudad, escultores como Jacinto Pimentel que han realizado obras magistrales como el Señor de Humildad y Paciencia o el de Columna, no han merecido todavía una monografía exhaustiva que valore su aportación a la escuela barroca en su justa medida.

        Así que nos queda esperar a que las cosas cambien, a que nuestra Semana Santa merezca obras de una mayor relevancia, ensayos y estudios de verdadero interés en publicaciones de calidad que estén a la altura de esa exigencia. Otro objetivo podría ser editar el pregón de nuestra Semana Santa de una manera más digna.   Pero para ello también debía darse el caso – que no se da- de contar con pregones de una verdadera entidad literaria, algo que sucede en Sevilla y que aquí – salvo muy contadas excepciones- no suele ocurrir. La gran mayoría de los pregones de Semana Santa en la última década han carecido de verdadero fuste, así que una publicación más ambiciosa de los mismos no tendría demasiado sentido. Más sentido tendría reeditar, como merecen, pregones históricos, lamentablemente olvidados. Sea de la manera que sea aguardemos que se apueste de un modo más firme  por nuestra Semana Santa a través de la oportuna edición y divulgación de obras que puedan servir de referencia y de consulta obligada para el numeroso público interesado en este tipo de publicaciones, un público ávido de textos que indaguen y no se queden en la superficie de una manifestación tan compleja e interesante como es la Semana Santa. 

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