Opinión

       

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Que no es así


Ángel Mozo Polo

        Hace algunos días se publicaba en un medio escrito local (Diario de Cádiz, 26/06/2007) una información a toda página sobre la patrona de la ciudad, la Virgen del Rosario. Y el reportaje iba ilustrado con tres fotografías cuyo pie –equivocado- nos intentaba explicar las tres imágenes que ha tenido la capital a lo largo de los siglos.

       Y, claro, como aquí es tan difícil deshacer un entuerto premeditadamente entronizado por quien yo sé, porque los gaditanos somos pelines obcecados con algunas cosas – y no hay peor sordo que aquel que se niega a oír ni peor ciego que aquel que se niega a ver- en dicha página del rotativo local, se mostraba el pie de las tres fotos totalmente equivocado.

       Ya sé que de nada va a servir este artículo para aclarar nada porque desde cierto lugar de la ciudad hay testarudez más que suficiente para no aclarar las cosas; pero como la misión de la prensa debe ser siempre manifestar la verdad, yo, una vez más, a ello me dispongo aunque sé  de sobra que de nada servirá ante la actitud de ciertos personajes en ocultarla, como si la historia está publicada no ya por mí, no, está publicada por quien tiene que publicar estas cosas.

       En las tres fotos de las tres imágenes, se dice que “la primera es la titular de la cofradía de los Morenos, destruida en 1931”. Falso, totalmente falso. Esa imagen es la que sustituyó precisamente a la titular de la cofradía de dichos Morenos que estaban en 1596 instalados en la ermita del Rosario; situada en lo que es hoy la parroquia de dicho nombre. La imagen profanada por los anglo-holandeses en 1596, existe – como ya he escrito y publicado mil veces – en el Real Colegio de San Albano de Valladolid. Y si no se creen lo que estoy aquí escribiendo por enésima vez, viajen hasta la capital castellana y allí la podrán admirar.

       Por lo tanto, esa primera fotografía corresponde a la imagen que vino a sustituir a la profanada y data de los primeros años del siglo XVII y, efectivamente, fue destruida en el incendio intencionado de Santo Domingo en la jornada del  11 y 12 de mayo de 1931.

       La que ocupa el centro de la página, es la actual tallada por el imaginero José Antonio Rodríguez Fernández-Andés (Sevilla, 1909- 20 de febrero de 1950). La imagen fue entregada el día 15 de septiembre de 1943 y bendecida en septiembre del mismo año.

       Y la tercera, que según el periodista “es la actual de Fernández-Andés”, es la que mandaron tallar a don Félix Granda y Buylla. Aparece expuesta al  culto en 1933 (23/12) ya que una escueta nota de prensa dice así: “Se abre de nuevo al culto la iglesia de Santo Domingo después de los trabajos de restauración efectuados. Se ofrece en la hornacina una imagen de la Santísima Virgen del Rosario, cuyas manos y el Niño Jesús que sostiene en ellas pertenecen a la imagen destruida”. El pueblo la conocía como “la rubia de Granda”. Tan sólo estuvo expuesta al culto unos diez años. Se conserva en la actualidad.

       Así que para no perecer en la confusión, coja el amable lector que conserve esa página del rotativo local un lápiz rojo y sitúe en la primera foto el número 1; la tercera márquela con el número 2 y en la segunda coloque un número 3 para no perderse.

       Pero para más datos, puede establecer comunicación con el Real Colegio de San Albano de los Ingleses de Valladolid y seguro que le envían documentación. Así verá el lector que no es un invento mío como cierto señor tonsurado dice por ahí. También lo envío a la revista libro “Cincuentenario. Cádiz, 4 de mayo de 1947- 1997”, donde quien esto escribe publicó un extensísimo trabajo titulado “Presencia de V siglos del Rosario en Cádiz”, página 15 a la 45.

       Como verá usted, la verdad está ampliamente servida por numerosísimos trabajos aparecidos en la prensa local (Información Cádiz”; suplemento “El Varal”, del mismo periódico; “Sentir Cofrade”; revista nacional de Semana Santa, “Pasos”, etc., etc.), lo que pasa es que hay que informarse antes de escribir y no caer en el error de lo que algunos cuentan por ahí adrede para desmontar – y no sé bien el motivo- algo hermoso y verdadero.

       La prensa, como es su sagrado deber, debe contar siempre la verdad guste o no guste ésta. Las simpatías más o menos personales hay que dejarlas en el desván.

 

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