No nos cabe la menor duda que la aparición de este
ente cofradiero supuso un espaldarazo importante
al incremento patrimonial de las cofradías. A los
numerosos estrenos anunciados nada más crearse
esta institución, llegarían también los del nuevo
templete para la Virgen de los Dolores de Santa
María, un juego de túnicas blancas con escapulario
verde para Vera Cruz, o el alumbrado eléctrico
para el paso del Señor de la Humildad y Paciencia,
entre otros.
Los pasos que compusieron cada uno de los cortejos
fueron los siguientes: Domingo de Ramos, Nuestra
Señora de los Dolores desde San Lorenzo; Lunes
Santo, Jesús Atado a la Columna, con cuatro pasos:
el Señor, San Pedro, San Juan y Ntra. Sra. de las
Lágrimas, desde San Antonio; el Martes Santo,
la Cofradía
del Ecce-Homo desde San Pablo; el Miércoles Santo
saldría la Cofradía del Santo Cristo
de
la Piedad, acompañado por
la Virgen
de las Angustias y el Cristo de Humildad y
Paciencia, realizando su salida desde San Agustín.
El Jueves Santo procesionaron las cofradías de
Jesús Nazareno y Mª Stma. de los Dolores desde
Santa María y
la Vera-Cruz
con la imagen titular, el misterio de la Oración en el Huerto, San Juan y la Virgen de la Soledad, desde el convento
de San Francisco.
Por último, el Viernes Santo desfiló el Santo
Entierro con los siguientes pasos: el Calvario, el
del misterio de la cofradía del Descendimiento, la
Sagrada Urna con el Señor Yacente, San Juan y
la Virgen
de la Soledad. Observamos que en esta relación no
aparece la Cofradía de los Afligidos, dato que nos
sorprende puesto que en esos años se estaba
trabajando en mejorar su patrimonio, en especial
con los bordados de las imágenes titulares. Y,
suponiendo que si estaban en plena actividad,
descartaran su salida procesional.
No
obstante, no hemos podido corroborar a día de hoy
si finalmente hizo o no estación penitencial.
Una crónica aparecida en ‘El Heraldo de Madrid’
analiza a grandes rasgos cómo se desarrolló esa
Semana Santa de 1892 que por su interés
reproducimos en algunos de sus párrafos:
“Las fiestas de esa Semana Santa han revestido
gran solemnidad, verificándose las procesiones con
el mayor orden y sin tener que lamentar incidente
desagradable alguno. La tranquilidad ha sido
completa en este pueblo, a pesar de no haberse
adoptado medidas de precaución y haber salido
procesionalmente todas las cofradías sin piquete
ni fuerza militar, a causa de no haber recibido su
instrucción los quintos del actual reemplazo…todos
los particulares han contribuido a este éxito;
sólo la empresa de ferrocarriles es la que no ha
querido establecer el servicio extraordinario de
costumbre.
Las cofradías del Ecce-Homo y las Columnas
estrenaron vistosas y elegantes capas blancas y
rojas, con escudos bordados en plata. La del Santo
Cristo de Piedad, que salió el Miércoles Santo,
lució costosas túnicas de raso y oro. Llevaba tres
carrozas del mejor gusto, conduciendo coros de
ángeles, dos lindas jóvenes simbolizando la ley
antigua y la ley de gracia, y otras tres que
representaban la Fe, Esperanza y Caridad, todas
ataviadas lujosamente. En esta procesión vestían
el traje de penitentes distinguidas personas de la
localidad, entre ellas el jefe del partido
liberal, Sr. Toro.
El jueves salió la cofradía del Nazareno…cuando
regresó a su templo, a la una de la madrugada,
iban las andas llenas de flores y coronas,
arrojadas en su mayoría por la gente del barrio; y
una muy valiosa de rosas de oro, que llamó
poderosamente la atención, fue regalada por el
diestro matador el Marinero. El barrio más clásico
de esta ciudad, el que conserva todos los rasgos
típicos del carácter andaluz, ha dado una prueba
de la sencillez de sus sentimientos y proverbial
cultura.
La procesión del Santo Entierro ha sido una
síntesis de todas las cofradías salidas los días
anteriores que, unida al cuerpo de romanos,
profetas, arcángeles y la rica urna de plata, ha
resultado un conjunto brillante.
La afluencia de gente hacía imposible el tránsito
por la carrera, y cada día aumentó más, a pesar de
la alarma que trataron de promover la noche del
martes, con tres detonaciones que se oyeron en el
intervalo de dos horas. Fueron originadas por el
disparo de tres petardos, colocados en calles
apartadas y solitarias, con el solo objeto, sin
duda, de llevar el pánico a la gente toda vez que
resultaron estar cargados con pólvora sola y no
produjo daño alguno. Se hicieron muchas prisiones,
entre ellas una anciana que se encontraba próxima
al sitio de la ocurrencia…”
No podemos obviar -y menos en estas fechas donde
el actual Consejo de Cofradías va a acometer una
reforma, en cierta forma polémica, de la Carrera
Oficial, suprimiendo la calle más señorial de la
ciudad- lo ocurrido en una de las reuniones que se
daban cita en casa de Cayetano del Toro por parte
de los mayordomos y priostes de las cofradías en
el otoño de 1892, en la que, además de aprobarse
los respectivos presupuestos de cada cofradía, se
leía una carta en la que se pedía que, en vista de
las molestias que se causaban a los vecinos de la
calle Ancha, suprimir el paso de las procesiones
por dicha vía, algo que finalmente no se aprobó, y
que, justamente en sentido contrario, se dignificó
al año siguiente, con la colocación de barandas
para separar a la gente de los cortejos. Este
hecho, que no aconteció en 1893, parece que va a
suceder justamente ciento veinticinco años
después.
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