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ARTÍCULOS DE CÁDIZ COFRADE 

 
 

 1892: La Semana Santa de Cádiz hace 125 años

   En otros trabajos relacionados con las cofradías a finales del Siglo XIX hemos puesto en valor la incuestionable evolución que supuso en el conjunto de la Semana Santa la creación de la Junta Administrativa de Procesiones por parte del recordado político y médico Don Cayetano del Toro, y del interés por parte de éste y de destacados cofrades por el mejor lucimiento de los desfiles procesionales. Su celo consistía en proveer a las mismas de dispendios para los gastos de las salidas, así como para estrenos y mejoras en los cortejos-actuaciones en pasos, bordados, restauraciones, etc.-, para competir –estaba presente entonces en el argumentario de los cofrades- con la Semana Santa sevillana.

En octubre de 1891, y con vistas a la Semana Mayor, ya se hacían públicas en la prensa las intenciones de este colectivo para el engrandecimiento de las cofradías: “La del Santo Entierro, que tiene su riquísima urna sin cristales, sabemos que van a enviar los moldes de ellos al extranjero para que se elaboren y presentar aquella en Semana Santa con el esplendor que reclama la religiosidad de la cofradía.

   

La de la Piedad, merced a una ilustre devota, tiene el paso principal dorándose por el hábil artista señor Reyes, merced a clausula testamentaria de aquélla, que se cumple por los albaceas.

La de Nuestro Padre Jesús de los Afligidos saldrá en el próximo año con más esplendor que en tiempos del obispo Señor Catalá, pues la testamentaria de la señora de don Juan Lavalle, costea por menda expresa de la piedad de tan ilustre dama, un manto valioso para la Virgen y otros vestidos cuyo importe es de dos mil duros y los dibujos de los bordados, presupuestos, etc., obran en poder de otra dignísima señora, que ha de remitirlos a Sevilla para su confección por una habilísima bordadora.

Una casa importante en el comercio de tejidos, que tiene un numeroso personal, está organizando formar una procesión cuyos penitentes y material de faroles, cirios, etc., rivalizará con los más famosos de Sevilla, revistiendo aquélla de inusitado esplendor.”

En el mes de noviembre se intensificaron los encuentros del organismo cofradiero. Se confirmaba la donación de la difunta esposa del Señor Lavalle del manto de salida para la Virgen de los Desconsuelos, así como de un cuantioso legado. A principios del citado mes se reunía la Junta del Santo Entierro para contemplar la reforma de los pasos, que finalmente se vieron concluidos con la instalación de una luminaria eléctrica –siendo ésta de las primeras en colocarlas- así como los nuevos cristales para la urna del Señor Yacente. El Santísimo Cristo de la Piedad adquiriría cuatro candelabros de Plata Meneses con guardabrisas de cristal, piezas que, tras consultar con la corporación, ya no están en poder de la misma.

Para la cofradía de Nuestro Padre Jesús de los Afligidos, que como es de esperar lucirá en la Semana Santa los nuevos vestidos que se dice se están confeccionando ya, se harán las insignias de la Cofradía todas nuevas y un número de túnicas con caperuzas y magníficos escudos para los penitentes. Además se arreglará el paso de la Mujer Verónica, que hoy sus vestidos se encuentran en mal estado.

 

También hemos visto un modelo de las túnicas nuevas que ha de lucir la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Ecce Homo; se compone de túnica blanca, capa grana y caperuza blanca, todo de magnífica tela de merino, y dos escudos bordados sobre terciopelo que se colocarán uno en el lado izquierdo de la capa, de gran tamaño, y otro pequeño en la caperuza. Estos penitentes lucirán zapatos recortados en charol con hebillas plateadas. Igualmente se harán muchas reformas en los pasos y si llega la comisión a realizar su pensamiento, se le hará una camilla para el paso de Nuestra Señora. También lucirá el Señor un magnífico cordón de oro costeado por la Hermandad y confeccionado en el establecimiento de D. Joaquín Jiménez.”

El 8 del corriente mes se reunieron en la casa de D. Cayetano algunos de los priostes y mayordomos, constituyéndose la Junta organizadora cuya presidente sería D. Cayetano del Toro, tesorero Don José Camino y secretario Don Luis Barrios: “ El Señor del Toro dio cuenta a los asistentes de sus proyectos para que las procesiones salieran con todo el esplendor y ostentación dignos de este pueblo y del culto externo religioso que en él se realiza, mostrándose completa conformidad y un decidido apoyo por todos.”

Una de las primeras prácticas que efectúa este nuevo organismo y que hemos localizado es una rifa para subvencionar las procesiones, vendiéndose papeletas en la inauguración del paseo de invierno durante la actuación de la Banda de música del Regimiento de Álava.

La Junta Administrativa facilitaba la relación de cofradías que saldrían en Semana Santa: Domingo de Ramos, la Virgen de los Dolores; Lunes Santo, Jesús de la Columna; Martes Santo, el Santo Cristo del Ecce Homo; Miércoles Santo, Santo Cristo de la Piedad; Jueves Santo Vera-Cruz y Jesús Nazareno; y el Viernes Santo, Descendimiento y Santo Entierro. Pocas fueron las variantes en esta nómina llegados los días santos como veremos a continuación.

 

 

No nos cabe la menor duda que la aparición de este ente cofradiero supuso un espaldarazo importante al incremento patrimonial de las cofradías. A los numerosos estrenos anunciados nada más crearse esta institución, llegarían también los del nuevo templete para la Virgen de los Dolores de Santa María, un juego de túnicas blancas con escapulario verde para Vera Cruz, o el alumbrado eléctrico para el paso del Señor de la Humildad y Paciencia, entre otros.

Los pasos que compusieron cada uno de los cortejos fueron los siguientes: Domingo de Ramos, Nuestra Señora de los Dolores desde San Lorenzo; Lunes Santo, Jesús Atado a la Columna, con cuatro pasos: el Señor, San Pedro, San Juan y Ntra. Sra. de las Lágrimas, desde San Antonio; el Martes Santo, la Cofradía del Ecce-Homo desde San Pablo; el Miércoles Santo saldría la Cofradía del Santo Cristo de la Piedad, acompañado por la Virgen de las Angustias y el Cristo de Humildad y Paciencia, realizando su salida desde San Agustín. El Jueves Santo procesionaron las cofradías de Jesús Nazareno y Mª Stma. de los Dolores desde Santa María y la Vera-Cruz con la imagen titular, el misterio de la Oración en el Huerto, San Juan y la Virgen de la Soledad, desde el convento de San Francisco. Por último, el Viernes Santo desfiló el Santo Entierro con los siguientes pasos: el Calvario, el del misterio de la cofradía del Descendimiento, la Sagrada Urna con el Señor Yacente, San Juan y la Virgen de la Soledad. Observamos que en esta relación no aparece la Cofradía de los Afligidos, dato que nos sorprende puesto que en esos años se estaba trabajando en mejorar su patrimonio, en especial con los bordados de las imágenes titulares. Y, suponiendo que si estaban en plena actividad, descartaran su salida procesional.  No obstante, no hemos podido corroborar a día de hoy si finalmente hizo o no estación penitencial.

Una crónica aparecida en ‘El Heraldo de Madrid’ analiza a grandes rasgos cómo se desarrolló esa Semana Santa de 1892 que por su interés reproducimos en algunos de sus párrafos:

“Las fiestas de esa Semana Santa han revestido gran solemnidad, verificándose las procesiones con el mayor orden y sin tener que lamentar incidente desagradable alguno. La tranquilidad ha sido completa en este pueblo, a pesar de no haberse adoptado medidas de precaución y haber salido procesionalmente todas las cofradías sin piquete ni fuerza militar, a causa de no haber recibido su instrucción los quintos del actual reemplazo…todos los particulares han contribuido a este éxito; sólo la empresa de ferrocarriles es la que no ha querido establecer el servicio extraordinario de costumbre.

Las cofradías del Ecce-Homo y las Columnas estrenaron vistosas y elegantes capas blancas y rojas, con escudos bordados en plata. La del Santo Cristo de Piedad, que salió el Miércoles Santo, lució costosas túnicas de raso y oro. Llevaba tres carrozas del mejor gusto, conduciendo coros de ángeles, dos lindas jóvenes simbolizando la ley antigua y la ley de gracia, y otras tres que representaban la Fe, Esperanza y Caridad, todas ataviadas lujosamente. En esta procesión vestían el traje de penitentes distinguidas personas de la localidad, entre ellas el jefe del partido liberal, Sr. Toro.

El jueves salió la cofradía del Nazareno…cuando regresó a su templo, a la una de la madrugada, iban las andas llenas de flores y coronas, arrojadas en su mayoría por la gente del barrio; y una muy valiosa de rosas de oro, que llamó poderosamente la atención, fue regalada por el diestro matador el Marinero. El barrio más clásico de esta ciudad, el que conserva todos los rasgos típicos del carácter andaluz, ha dado una prueba de la sencillez de sus sentimientos y proverbial cultura.

La procesión del Santo Entierro ha sido una síntesis de todas las cofradías salidas los días anteriores que, unida al cuerpo de romanos, profetas, arcángeles y la rica urna de plata, ha resultado un conjunto brillante.

La afluencia de gente hacía imposible el tránsito por la carrera, y cada día aumentó más, a pesar de la alarma que trataron de promover la noche del martes, con tres detonaciones que se oyeron en el intervalo de dos horas. Fueron originadas por el disparo de tres petardos, colocados en calles apartadas y solitarias, con el solo objeto, sin duda, de llevar el pánico a la gente toda vez que resultaron estar cargados con pólvora sola y no produjo daño alguno. Se hicieron muchas prisiones, entre ellas una anciana que se encontraba próxima al sitio de la ocurrencia…”

No podemos obviar -y menos en estas fechas donde el actual Consejo de Cofradías va a acometer una reforma, en cierta forma polémica, de la Carrera Oficial, suprimiendo la calle más señorial de la ciudad- lo ocurrido en una de las reuniones que se daban cita en casa de Cayetano del Toro por parte de los mayordomos y priostes de las cofradías en el otoño de 1892, en la que, además de aprobarse los respectivos presupuestos de cada cofradía, se leía una carta en la que se pedía que, en vista de las molestias que se causaban a los vecinos de la calle Ancha, suprimir el paso de las procesiones por dicha vía, algo que finalmente no se aprobó, y que, justamente en sentido contrario, se dignificó al año siguiente, con la colocación de barandas para separar a la gente de los cortejos. Este hecho, que no aconteció en 1893, parece que va a suceder justamente ciento veinticinco años después.

 

Texto y fotografías : Jesús Sánchez Pavón.

 
 

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