Historia de la Semana Santa

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La talla del Cristo Yacente del Santo Entierro de Cádiz


        Es una de las más antiguas esculturas que procesionan en la Semana Santa gaditana esta del Santo Cristo Yacente, dentro de la inigualable joya decimonónica de la Sagrada Urna.

        Su talla sublime, se debe al imaginero Francisco de Villegas y la cofradía, mejor dicho, el hermano mayor Hernando de Pareja, concierta la hechura del Santo Cristo en 1624, con el imaginero toledano entonces afincado en Cádiz.

        Tal vez este Santo Cristo por causas normales y una de ellas ha sido el enorme trasiego llevado en la antigüedad, cuando se seguía venerando en San Francisco y la Virgen en San Roque o cuando las monjas de la Candelaria, intentan – y hasta cierto punto lo consiguen – secuestrar la escultura para su famoso convento instalado en la plaza de Candelaria, pues el Yacente tenía fama de milagrero. Otro enorme trasiego y desgaste de la talla, era esa exposición al aire libre en la noche incipientemente primaveral del Jueves al Viernes Santo, cuando, en plena plaza de la Corredera (actual San Juan de Dios) era el Cristo velado por el pueblo y el clero y los regidores y el corregidor.       

        Tal vez, necesitado de una urgente restauración, los famosos escultores genoveses radicados en Cádiz y trabajando plenamente para las cofradías y los templos gaditanos, lo intervinieron en el siglo XVIII y la huella de ellos esté todavía impregnando la patética escultura del Yacente que, efectivamente, presenta en su venerable talla más rasgos genoveses que castellanos, especialmente en su soberbia cabeza, aunque ésta no pierda el aire de Villegas y en algo sigamos encontrando su estilo en el parecido con el Señor de la Columna de San Juan de Dios, también parece que tocado por algún genovés del XVIII, o en el muy desfigurado Señor de la Salud, del convento de Santo Domingo, sin olvidar los rasgos más puros de Villegas todavía fáciles de encontrar en el espléndido Jesús Nazareno que se venera en Medina Sidonia.

        De todas maneras, es nuestro Cristo Yacente, como señala el restaurador gaditano José Miguel Sánchez Peña, "obra de un escultor que debió poseer grandes conocimientos anatómicos, resultando de la observación del cadáver: facies hipocrática, rigidez cadavérica, livideces, músculos en tensión y muy particularmente su acertada encarnadura de tonos grises verdosos con detalles realistas, como las llagas y la sangre que emana de las mismas…"

        Prácticamente sin tocar desde esa restauración, tal vez llevada a cabo en el XVIII, está el Yacente gaditano expuesto, y así procesiona, en la elegante urna de plata que, tanto la cofradía como la ciudad de Cádiz y hasta la reina Isabel II, quisieron que tuviera para "aliviar" ese momento dramático a la Madre que se encontró que, "entre sus tres necesidades", una y muy perentoria, era encontrar un sepulcro donde enterrar al Hijo muerto en la cruz.

  

Ángel Mozo Polo

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