Escultores e Imagineros de la Pasión gaditana

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-Miguel Láinez Capote:

Perfil de un imaginero


      

       En el barrio de la Viña se puede sentir el rumor de las olas que cercanas van y vienen dejando su perfume salobre, se puede percibir el vuelo de las gaviotas encajadas en el paisaje marino, y el sol cotidianamente ilumina y escudriña cada esquina del tiempo. Todo es luz definitiva, todo es viento que acuna la memoria, todo tiene un especial sabor, una precisa y arraigada intensidad. En ese entorno popular está la Calle la Rosa que como nos dijo Serafín Pro en su callejero es "ancha y larga, pues empieza en la Calle Sagasta y termina en el recinto con los edificios del Hospital Mora y el Hospicio a derecha e izquierda". En esa calle que era el principal mercado del barrio, de apreciable tránsito, había un taller pequeño donde trabajaba un imaginero. En su taller se agolparían, quizás, las gubias, los formones y las escofinas, diversos útiles y herramientas desbordados y el fervor entregado de unas manos sencillas que irían dando cuerpo y forma a un trozo de madera. De la nada surgirían rostros doloridos, Cristos apesadumbrados, Vírgenes rotas de contenida lágrima y desnuda expresión. En ese taller de la Calle la Rosa nos imaginamos a Miguel Lainez trabajando, superando las trabas de una época particularmente difícil, elevándose más allá de sus limitaciones y ofreciéndose como sólo se ofrecen los hombres buenos, buenos y claros en el sentido del inmortal verso de Antonio Machado. El taller de un imaginero compone, como decía el fino escritor sevillano Manuel Chaves Nogales, una estampa singular y en ella se viene a interpretar el alma andaluza con su lirismo antiguo y armonioso. La obra de Lainez está impulsada por ese lirismo, por esa búsqueda del alma andaluza que tienen todas las imágenes pasionales, porque forman parte de nuestra forma de ser y de estar.

       Para entender y apreciar la obra del imaginero gaditano Miguel Lainez Capote hay que partir, evidentemente, de las durísimas condiciones político, sociales y económicas de la posguerra española. La España que deriva de la Guerra Civil es una España rota, de ira y desgarro, de conmoción y dolor. Eran años presididos por ese "dolor de clavo" del que hablaba Fernando Quiñones en sus crónicas poéticas del 40, retrato lúcido del Cádiz de la posguerra. Años de estraperlo, de cartillas de racionamiento, de miseria moral y enclaustramiento. En ese contexto las cofradías y hermandades gaditanas decayeron de forma y manera irreversible. Muchas iglesias fueron asaltadas y el patrimonio de numerosas cofradías terminó perdiéndose. Lo mismo ocurre en Cádiz, en Sevilla o en Málaga. Con el final de la contienda algunas cofradías tratarán de reorganizarse tratando de recuperar el esplendor perdido. Otras, con pocos medios y mucha voluntad por parte de sus hermanos, surgen en el periodo final de la guerra civil y en el principio de la posguerra. Es entonces cuando la figura de Miguel Lainez resulta trascendental para esta reconstrucción de la imaginería procesional perdida. Autodidacta, con unos medios materiales escasos y desde su citado taller de la Calle la Rosa Lainez aparecerá como el gran salvador de estas cofradías. Sus obras nacieron más del entusiasmo que de las propias posibilidades que como artista podía poseer. Trabajaba rápido con unos medios no siempre idóneos y con unos ingresos escasos, en consonancia con la coyuntura agraz del momento. Como ocurriera con Antonio Castillo Lastrucci en Sevilla, Lainez se convertirá en el referente imaginero de Cádiz en la década de los años 40 y 50. Su prolífica obra fue el cauce necesario para que a partir de los años 60, y ya con mayores medios, pudiera emprenderse un camino de renovación y de resurgimiento de las cofradías, renovación que incluía la sustitución de muchas de las imágenes talladas por el imaginero gaditano.

       Sea como fuere la figura de Lainez no merece el injurioso olvido al que ha estado sometido durante tanto tiempo. Resulta triste buscar en las hemerotecas referencias a su figura y encontrar un vacío clamoroso que duele e inquieta. Su muerte, acaecida en 1980, pasó de soslayo, casi de puntillas por la prensa de la época. Un gaditano más que debe soportar este maltrato. No será el primero ni el último. Su aportación más allá de la calidad de ciertas imágenes, de la repetición de modelos iconográficos, de la pobreza de materiales con los que contó, resultó clave. De hecho la evolución posterior de muchas hermandades gaditanas no pueden entenderse sin el puente tendido por Lainez.

       Miguel Lainez nace el 21 de septiembre de 1910. Su vocación como escultor será tardía. Hasta 1932 no empiezan a documentarse sus primeras obras y su primera imagen pasional no llegará hasta 1938. Precisamente el 27 de febrero de este año es bendecida la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado, más conocido como El Medinaceli. Fue su primera obra y sin duda la más popular de todas las que realizó a lo largo de su vida. Una imagen, que al contrario que otras de su autor, ha logrado perdurar.

 

       Tallado en madera de caoba, de cuerpo entero y con brazos articulados Lainez logra una imagen de fácil accesibilidad para el que la contempla, con una encarnación morena y pelo natural que terminan por completar la emotividad iconográfica de la talla. El Cristo del Medinaceli quedará, sin lugar a dudas, como su obra más popular y que el mismo Lainez considerará en diversas entrevistas como de lo mejor que había salido de su taller. La imagen le fue encargada por Eladio Campe y su esposa Eloisa Martín, devotos del Medinaceli. La idea era que se pareciera al Cristo homónimo que se veneraba en Madrid. Para ello a Lainez se le suministraron diversas fotografías del original. No será la última vez que Lainez trabaje en base a fotografías, que en muchas casos estaban amarilleadas y eran poco fiables de cara a una plasmación correcta del modelo original. La devoción del Medinaceli en Cádiz parte de unos cultos que en marzo de 1936 tuvieron lugar en la Iglesia de las Descalzas a un cuadro que era propiedad del matrimonio Campe-Martín y en el que aparecía la imagen del Medinaceli. La devoción fue creciendo, arraigando en los fieles, amparada por el contexto durísimo de la guerra civil. Las plegarias y oraciones al Medinaceli se hicieron constantes y ello no hizo si no acrecentar el fervor popular hacia el Cristo. Los ejemplares de Diario de Cádiz de la época dan cumplida fe de todos estos actos de reafirmación religiosa, cultos que se extienden y que llegan a hermanar a los fieles en torno a esta popular advocación. Una vez se concluyó la talla la reacción popular fue extraordinaria y la devoción, desde entonces, no ha dejado de crecer. En 1956 Lainez volvería a realizar una imagen de similares características para Chiclana. La imagen, en cuestión, costó 4000 ptas.

       A partir de realizar el Medinaceli de Cádiz se sucedieron los encargos. Lainez empezó a ser un imaginero reconocido por el entorno cofrade de la época. Incluso se planteó financiar en alguna ocasión una estancia de Lainez en Madrid para ampliar su formación escultórica. Este viaje nunca se produjo y Lainez siguió poniendo en cada obra lo mejor de sí mismo, tratando de superar todas esas limitaciones técnicas que pudieran haberse subsanado con una formación adecuada.

       El 8 de marzo de 1939 se inaugura una exposición de procesiones en miniatura en Cádiz. Tuvo lugar en unos antiguos almacenes que había entre las calles Cánovas del Castillo y Valverde. Se trataba de una reproducción, lo más fidedigna posible, de los cortejos procesionales, donde no faltaba la recreación de las calles y de las plazas que sirven de privilegiado marco a las cofradías gaditanas. Décadas después la revista Estandarte evocaba este singular acontecimiento en uno de sus números. Todas las reproducciones de aquella exposición nacieron de la gubia de Miguel Lainez Capote. En ese mismo año realizó para la cofradía de las Angustias las imágenes del San Juan y la Magdalena que formaban grupo escultórico con el titular. Estas imágenes sustituían a imágenes ya existentes que se quemaron durante la guerra civil. Fueron bendecidas el primero de abril de 1939. Como en tantos otros casos no se sabe el paradero exacto de tales imágenes. Algunas de ellas han desaparecido. La razón principal es la ya referida escasa calidad de los materiales empleados que fuerza a que la escultura termine con los años viniéndose abajo. Pero en ocasiones la desidia de unos y de otros también ha contribuido al deterioro de algunas imágenes.

 

       El 28 de mayo de 1939 es bendecida la nueva imagen del Santísimo Cristo del Perdón. La imagen se talló tomando como modelo el desaparecido Cristo de Sopranis, donado a la Iglesia de la Merced por la muy devota marquesa de Montecorto Clara de Sopranis, perteneciente a la familia del mismo nombre, y que en 1687, en su testamento, pide ser enterrada "en la bóveda de la capilla del Santo Cristo en uno de los colaterales de la Iglesia de la Merced". Sopranis fue un apellido ilustre perteneciente a una familia de regidores perpetuos de nuestra ciudad. El 8 de marzo de 1936 la iglesia de la Merced fue incendiada y el Cristo de Sopranis terminó siendo pasto de las llamas. La voluntad de los hermanos fue realizar una imagen lo más exacta posible al original. Tarea muy difícil ya que el original respondía a los mejores modelos iconográficos del barroco, emparentado quizá con la escuela germánica. Lainez realizó un crucificado que se apartaba, sin quererlo, de los cánones del original y en el que son patentes, quizá y dada la exigencia escultórica que comporta un crucificado, sus limitaciones como escultor. Un crucificado exige unos conocimientos anatómicos que Lainez no poseía. Destacaba, eso sí, el tratamiento del sudario que sí se inspiraba de una forma mucho más convincente en el original y que poseía interesantes líneas que contrastaban con la rigidez de la talla del Cristo. El propio Lainez completaría el grupo escultórico con las imágenes del calvario. La primera salida procesional del Perdón tuvo lugar la madrugada del Viernes Santo de 1940. En 1962 el propio Lainez restauró la imagen del Señor que con el paso del tiempo se fue deteriorando. Ocho años después, en 1970, este misterio fue el protagonista del cartel de la Semana Santa, obra de Guillén Franco, y en el que el se reflejaba un momento del paso de la cofradía del Perdón por San Juan de Dios. En la década de los 70 era ostensible el mal estado de la imagen del Cristo. Esta fue la razón principal para que la cofradía decidiera a principios de los 80 sustituirla por una nueva imagen del sanroqueño Luis Ortega Brú. La cotitular del Perdón, María Santísima del Rosario en sus misterios dolorosos fue obra también de Lainez, bendecida el mismo año que el Cristo, un 15 de octubre de 1939. El propio Lainez la restauraría en profundidad en la década de los 50, ya que la cofradía no estaba muy satisfecha con el resultado de la imagen. A finales de los 70 terminó siendo reemplazada por la actual imagen de Buiza.

       La trayectoria de Lainez en los años 40-50 explica por sí misma el devenir histórico y el nacimiento de un número apreciable de cofradías gaditanas que nacen y se consolidan en el siglo XX. La cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído se establece como Junta Pro Cultos en el otoño de 1941. Se reúnen en torno a una dolorosa que existía en la Parroquia del Carmen llamada de los Desamparados. Se precisaba la imagen del Señor y ésta la realiza Miguel Lainez aprovechando una viga de caoba existente en el Carmen. Con el obispo de la diócesis Tomás Gutierrez Diez se aprueban los estatutos de la cofradía. Pero en 1947 todo el entusiasmo de estos primeros años se derrumbó y la cofradía desapareció durante una serie de años, para tomar cuerpo definitivo a finales de la década de los años 50. Precisamente en aquel año de 1947 estuvo a punto de formar parte de la Procesión Magna celebrada aquel año.

 

       Nuestro Padre Jesús Caído conserva en el rostro parte de la fisonomía característica de la obra de Lainez. La expresión serena, la sencillez en el tratamiento del cabello, de los pómulos y de los rasgos faciales. Con posterioridad ha recibido reformas profundas por parte de José Paz Velez y Antonio Eslava. En cualquier caso aún son patentes ciertas líneas escultóricas de Lainez.

       En 1939 se funda la Cofradía de la Sentencia que realiza su primera salida en 1940. Se trata de una cofradía fundada por un grupo de estudiantes regresados del frente de la guerra. Esta cofradía radicaba inicialmente en el Convento de la Candelaria de la Calle Montañés. Pero la salida la efectuaba desde la Castrense. En este itinerario de iglesias por las que estuvo transitando en los primeros años de vida la encontramos tres años en la Iglesia del Rosario para terminar en 1949 en el Convento de la Merced, una vez terminaron las profundas reformas del templo. Junto al titular se realizó un misterio que seguía las señas de identidad del homónimo misterio macareno de la Sentencia de Sevilla. Todas estas imágenes secundarias fueron realizadas por Miguel Lainez. Era un conjunto excesivamente hierático y poco comunicativo. La cofradía con buen criterio sustituyó estas imágenes secundarias por las actuales de Buiza, siendo ésta la primera aportación del imaginero de Carmona a la Semana Santa de Cádiz. En 1950 Miguel Lainez realiza la imagen de María Santísima del Buen Fin, cotitular de Sentencia. Fue tallada por encargo del mayordomo de la Sentencia Ricardo de la Fuente, que costeó la imagen. El título de Buen Fin ya había sido elegido por los hermanos ocho años antes de que se realizara la imagen. Obra muy estimable que mejora sustancialmente a otras obras marianas suyas que parten casi siempre de una misma tipología expresiva. En María Santísima del Buen Fin está llevada a su máxima expresión la ternura y la delicadeza que Lainez sabía darle a sus mejores imágenes. Lainez cobró tan sólo 1500 ptas por la imagen, 1500 ptas que cobró a plazos. Una prueba evidente de las condiciones en las que trabajaba y de los escasos salarios que recibía por su obra. En este contexto era muy complicado exigirle obras ambiciosas o de un interés artístico mayor. Lo importante fue su desinteresada labor a favor de las cofradías gaditanas, labor que, insisto, no ha sido lo suficientemente reconocida.

       Otra cofradía que se funda en los años 40 – en 1944 concretamente- es la del Santísimo Cristo de la Paz y María Santísima del Amparo, más conocida como la Borriquita. También la figura de Lainez aparece vinculada a los inicios de esta hermandad al firmar en 1944 la imagen del Señor que fue bendecida el 17 de diciembre de ese mismo año. A finales de los 70 Buiza reformó la imagen del Señor, sin afectar para nada a la mascarilla original. Fue una intervención ejemplar en la que Buiza fue muy respetuoso con el modelo original de Lainez.

       Otra cofradía nacida en los difíciles años 40 es la de Sanidad: Nuestro Padre Jesús del Mayor Dolor y María Santísima de la Salud. La talla del Señor fue obra de Miguel Lainez y fue bendecida el 25 de abril de 1948. Venía a sustituir a una anterior del imaginero isleño José Bey que por sus descomunales proporciones no fue del agrado de los hermanos de la cofradía. Lainez logró con el Señor del Mayor Dolor una de sus mejores y más expresivas obras que nos ha llegado intacta hasta hoy. Las restauraciones han sido siempre respetuosas y han conservado los rasgos del original.

 

      Lainez talló un Nazareno de cuerpo entero, sin recargamientos expresivos, con sencillez elogiable e inspirada encarnación. No es un Nazareno itinerante, en este sentido las obras de Lainez siempre adolecen de movimiento, de vibración, pero, pese a ello, es una obra interesante, de lo mejor salido del taller del imaginero gaditano. A la obra del Cristo añadió las menos interesantes imágenes de la Verónica que le acompañaba en el misterio y de la cotitular, María Santísima de la Salud, que llegó a salir formando parte del misterio. La Virgen se bendijo el 10 de diciembre de 1950, el mismo año que realizó la cotitular de la cofradía de la Sentencia, ya mencionada. En 1952 tuvo lugar la primera salida penitencial de la cofradía sanitaria. Al pasar por la antigua Calle Duque de Tetúan al Cristo se le rompió una pierna. De esta manera llegó a su templo en lo que terminó siendo un muy accidentado recorrido. Una prueba evidente de que las obras de Lainez no estaban lo suficientemente bien ensambladas y a veces eran modeladas con excesiva rapidez que sumado a los escasos medios ha provocado de cara al futuro consecuencias funestas para la perdurabilidad de sus obras. Una verdadera lástima.

       A mediados de los 40 principios de los 50 puede establecerse el periodo creativo más interesante del imaginero gaditano. En este intervalo de tiempo firma sus mejores imágenes para la Cofradía de Vera Cruz. Para explicar su notable aportación a esta histórica hermandad hay que remontarse a mayo de 1931 cuando la Iglesia de San Francisco es saqueada y expoliada en el contexto histórico de la Segunda República que se instaura este año. El Cristo, afortunadamente, se salva de este saqueo al no poder ser desclavado de la cruz. Pero la cotitular de la Soledad y las imágenes secundarias son destruidas. La dolorosa que salía en el calvario sí se salva y se tomaba prestada del Convento de las descalzas y allí es donde sigue actualmente. En 1939 se le cede otra dolorosa para el calvario que radicaba en la Capilla de la Orden Tercera de Capuchinos y que con posterioridad recabó en San José donde en sus comienzos la cofradía de la Oración en el Huerto le rendía culto. Una vez Sebastián Santos talla la nueva Virgen de la Soledad en 1945 ésta llega a incorporarse al calvario, antes de salir independiente en su paso de palio.

      A mediados de los años 40 Lainez realiza las imágenes de Maria Santísma de los Dolores, San Juan y María Magdalena que saldrán durante algunos años acompañando en el calvario al Santísimo Cristo de la Veracruz. El grupo escultórico de Lainez vestía ropajes con bordados decimonónicos que prestaban a las imágenes un impacto estético considerable. Tanto la Virgen como el San Juan y la Magdalena conformaban junto al Cristo un interesante y plástico conjunto. Desde los inicios de la década de los 50 hasta 1963 las imágenes de Lainez se consolidan en la cofradía. A partir de aquí la Cofradía dejará de salir durante algunos años, acuciada por problemas económicos. Volverá a hacerlo en 1968 y repetirá salida un año después. Será en 1969 la última vez que salgan las imágenes del calvario concebidas por Lainez. De 1970 a 1974 la cofradía vuelve a atravesar por un momento crítico y no sale. En 1974 volverá a salir, ya sin el misterio de Miguel Lainez y con la imagen de la Virgen de la Soledad, formando grupo escultórico con el Cristo en un mismo paso. En 1977 la imagen del Cristo empezará a salir sólo. La dolorosa, que salía en el calvario acompañando al Señor, rompe la estética de otras imágenes marianas de Lainez y resulta muy expresiva. Nunca llegó tan lejos con su gubia el imaginero gaditano firmando una imagen doliente, muy emotiva, de Virgen Madre, que rompe con el modelo iconográfico predominante en su obra dominado por Vírgenes adolescentes de rostros amables y dolor contenido. Esta espléndida imagen no desmerecía, en ningún caso, al lado de la venerada talla del Señor. Las efigies de San Juan y María Magdalena siendo más convencionales en su composición también son de las mejores imágenes secundarias salidas del taller de Lainez. Se puede hablar en estos años de un periodo de madurez artística que lamentablemente no tendría continuidad. El estado de conservación de estas imágenes es muy precario, afectando a la propia mascarilla, lo cual imposibilita cualquier tentativa de restauración.

       En 1958 Miguel Lainez realiza la imagen de María Santísima de la Esperanza de las Cigarreras que vino a suplir la anterior tallada por el también gaditano Luis Jiménez y que terminó siendo, en torno a 1962, la cotitular de la cofradía del Nazareno del Amor. María Santísima de la Esperanza fue costeada por un empleado de la fábrica de tabacos y continua el modelo de otras vírgenes de Lainez, de dolor contenido, expresión aniñada y con la cabeza suavemente inclinada hacia uno de los lados. Quiso Lainez, además, que su Virgen se pareciera a la Macarena sevillana. Las posteriores transformaciones a la que la imagen se ha visto sometida han terminado desvirtuando los rasgos del original.

       Otra cofradía fundada en este siglo y a la que Miguel Lainez se verá vinculada desde el inicio será la de la Oración en el Huerto.

 

       La cofradía que hoy radica en la neobizantina Iglesia de San Severiano fecha su fundación en mayo de 1955. Estuvo en sus comienzos en la iglesia de San José y en la capilla Beato Diego José de Cádiz hasta que en 1959 consigue trasladarse a San Severiano. Miguel Lainez fue el autor de las imágenes titulares de esta cofradía. La del Cristo fue bendecida en la Capilla Beato Diego José de Cádiz un Domingo de Pasión, concretamente el 23 de marzo de 1958. Un año después Lainez entregaba la imagen de la Virgen de Gracia y Esperanza. En 1962, contrario a lo que indican algunas fuentes, la Virgen acompañaba con su paso de palio al Cristo. En la década de los 60 se añadió la imagen del ángel que aún conserva la cofradía y en el que se plasma el sentido femenino que Lainez confería a todas sus imágenes. Este ángel, vino a suplir a uno de pequeño tamaño que se atribuía a Salzillo y que salió en una de las primeras salidas procesionales de la hermandad. En estos inicios la disposición del misterio seguía las pautas compositivas del misterio sevillano de Montesión. Un proyecto que no pudo llevarse a cabo en estos años fue el apostolado, que en principio también lo iba a ejecutar Lainez. Con el tiempo el ángel de Lainez sería reemplazado por uno de Sánchez Peña de escorzo más valiente. La talla del Cristo se fue deteriorando y terminó siendo sustituida por la actual de Manuel Ramos Corona. Lo mismo pasó con el ángel de Sánchez Peña que corrió la misma suerte que el tallado por Lainez. El proyecto del apostolado lo terminó llevando a cabo Luis González Rey.

       De la escasa labor como restaurador de Lainez se podría citar su intervención en 1953 en la antigua imagen del Santísimo Cristo de las Penas, emparentada desde siempre a la gubia de Cosme Velásquez. A ello sumar algunas restauraciones de sus propias obras que con excesiva rapidez presentaban problemas de conservación.

       En los años 60 la Semana Santa de Cádiz encuentra en un imaginero sevillano de calidades extraordinarias a la persona idónea para cambiar sus titulares. Este imaginero era Francisco Buiza Fernández, natural de Carmona, que recogía en sus obras el magisterio de los grandes imagineros del barroco sevillano, de Martínez Montañés a Juan de Mesa con epígonos ilustres como Ruiz Gijón. Buiza sería responsable, en gran parte, de las obras contemporáneas más lúcidas de nuestra Semana Santa. Más allá de repetir modelos, esquemas barrocos, la obra de Buiza va al encuentro de su propia identidad, logrando una riqueza y una plasticidad llenas de sugerencias y de honduras expresivas. Con la revolución de Buiza, Miguel Lainez irá quedando arrinconado, en un segundo plano, y los encargos que recibe son cada vez más escasos. Entre ellos, apenas puede citarse su inestimable colaboración en los años 70 en la recién creada cofradía de la Santa Cena. Reformó los cuerpos del antiguo misterio, luego con muy buen criterio sustituido enteramente por el nuevo grupo escultórico de Luis González Rey. A finales de los años 60 Lainez realizó una de sus últimas imágenes marianas: La Virgen de los Santos y Esperanza, cotitular de la Santa Cena, que sólo pudo salir a la calle en 1977.

       La obra de Miguel Lainez, su significación y contribución al desarrollo de las cofradías gaditanos no admite discusión. Más allá de los valores artísticos está el humilde imaginero que tallaba sin descanso en su tallercito de la Calle la Rosa, el imaginero que se comprometía en levantar cofradías que nacían de la nada, del entusiasmo de unos pocos, en un contexto difícil. Lainez era ese humilde artesano que trabajaba la madera con paciencia, conociendo sus limitaciones y con un amor por lo que hacía que luego se reflejaba en sus obras. Fue el imaginero gaditano más prolífico de cuántos trabajaron por aquellos años. Algunos como Ramón Grosso Portillo, mayordomo de Vera Cruz, planteaban ya en abril de 1960 la posibilidad de homenajear a Miguel Lainez. Como él mismo declaró entonces "Aún no se ha llegado a hacer una demostración colectiva de agradecimiento hacia este hombre sencillo que ha logrado con sus escasos medios hacer posible las aspiraciones de muchas hermandades contando con imágenes a precios totalmente desprovistos de interés". Todavía se espera que las palabras de Grosso se hagan realidad. De algún modo este recorrido pretende poner alguna piedra en el empeño de recuperar el recuerdo de Miguel Lainez Capote.

 

Conferencia a cargo del poeta gaditano Luis García Gil el día 3 de abril de 2001 en el Colegio Argantonio de Cádiz, dentro de los actos llevados a cabo con motivo de la I Semana Cuaresmal del Centro.


 

Bibliografía:

- Hemeroteca ' Diario de Cádiz '.

- Hemeroteca ' La información del Lunes '.

- Hemeroteca ' La Hoja del Lunes '.

- Archivo Revista Estandarte.

- Archivo Revista Sentir Cofrade.

- Semana Santa en la Diócesis de Cádiz y Jerez. Tomo 1. Enrique Hormigo Sánchez y José Miguel Sánchez Peña. Editorial Gemisa. 1988.

- Pequeño diccionario de Cofradías Andaluzas. Rodriguez Lafita. Industrias Gráficas Gaditanas. 1980.

- Diccionario Cofradiero. Juan Carrero Rodriguez. Editorial Castillejo. 1996.

- Callejero Gaditano. Serafín Pro y Ruiz. 1933.

- La ciudad. Manuel Chaves Nogales. 1921.

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