En
el barrio de la Viña se puede sentir el rumor de
las olas que cercanas van y vienen dejando su
perfume salobre, se puede percibir el vuelo de las
gaviotas encajadas en el paisaje marino, y el sol
cotidianamente ilumina y escudriña cada esquina del
tiempo. Todo es luz definitiva, todo es viento que
acuna la memoria, todo tiene un especial sabor, una
precisa y arraigada intensidad. En ese entorno
popular está la Calle la Rosa que como nos dijo
Serafín Pro en su callejero es "ancha y larga,
pues empieza en la Calle Sagasta y termina en el
recinto con los edificios del Hospital Mora y el
Hospicio a derecha e izquierda". En esa calle
que era el principal mercado del barrio, de
apreciable tránsito, había un taller pequeño
donde trabajaba un imaginero. En su taller se
agolparían, quizás, las gubias, los formones y las
escofinas, diversos útiles y herramientas
desbordados y el fervor entregado de unas manos
sencillas que irían dando cuerpo y forma a un trozo
de madera. De la nada surgirían rostros doloridos,
Cristos apesadumbrados, Vírgenes rotas de contenida
lágrima y desnuda expresión. En ese taller de la
Calle la Rosa nos imaginamos a Miguel Lainez
trabajando, superando las trabas de una época
particularmente difícil, elevándose más allá de
sus limitaciones y ofreciéndose como sólo se
ofrecen los hombres buenos, buenos y claros en el
sentido del inmortal verso de Antonio Machado. El
taller de un imaginero compone, como decía el fino
escritor sevillano Manuel Chaves Nogales, una
estampa singular y en ella se viene a interpretar el
alma andaluza con su lirismo antiguo y armonioso. La
obra de Lainez está impulsada por ese lirismo, por
esa búsqueda del alma andaluza que tienen todas las
imágenes pasionales, porque forman parte de nuestra
forma de ser y de estar.
Para
entender y apreciar la obra del imaginero gaditano
Miguel Lainez Capote hay que partir, evidentemente,
de las durísimas condiciones político, sociales y
económicas de la posguerra española. La España
que deriva de la Guerra Civil es una España rota,
de ira y desgarro, de conmoción y dolor. Eran años
presididos por ese "dolor de clavo" del
que hablaba Fernando Quiñones en sus crónicas poéticas
del 40, retrato lúcido del Cádiz de la posguerra.
Años de estraperlo, de cartillas de racionamiento,
de miseria moral y enclaustramiento. En ese contexto
las cofradías y hermandades gaditanas decayeron de
forma y manera irreversible. Muchas iglesias fueron
asaltadas y el patrimonio de numerosas cofradías
terminó perdiéndose. Lo mismo ocurre en Cádiz, en
Sevilla o en Málaga. Con el final de la contienda
algunas cofradías tratarán de reorganizarse
tratando de recuperar el esplendor perdido. Otras,
con pocos medios y mucha voluntad por parte de sus
hermanos, surgen en el periodo final de la guerra
civil y en el principio de la posguerra. Es entonces
cuando la figura de Miguel Lainez resulta
trascendental para esta reconstrucción de la
imaginería procesional perdida. Autodidacta, con
unos medios materiales escasos y desde su citado
taller de la Calle la Rosa Lainez aparecerá como el
gran salvador de estas cofradías. Sus obras
nacieron más del entusiasmo que de las propias
posibilidades que como artista podía poseer.
Trabajaba rápido con unos medios no siempre idóneos
y con unos ingresos escasos, en consonancia con la
coyuntura agraz del momento. Como ocurriera con
Antonio Castillo Lastrucci en Sevilla, Lainez se
convertirá en el referente imaginero de Cádiz en
la década de los años 40 y 50. Su prolífica obra
fue el cauce necesario para que a partir de los años
60, y ya con mayores medios, pudiera emprenderse un
camino de renovación y de resurgimiento de las
cofradías, renovación que incluía la sustitución
de muchas de las imágenes talladas por el imaginero
gaditano.
Sea
como fuere la figura de Lainez no merece el
injurioso olvido al que ha estado sometido durante
tanto tiempo. Resulta triste buscar en las
hemerotecas referencias a su figura y encontrar un
vacío clamoroso que duele e inquieta. Su muerte,
acaecida en 1980, pasó de soslayo, casi de
puntillas por la prensa de la época. Un gaditano más
que debe soportar este maltrato. No será el primero
ni el último. Su aportación más allá de la
calidad de ciertas imágenes, de la repetición de
modelos iconográficos, de la pobreza de materiales
con los que contó, resultó clave. De hecho la
evolución posterior de muchas hermandades gaditanas
no pueden entenderse sin el puente tendido por
Lainez.
Miguel
Lainez nace el 21 de septiembre de 1910. Su vocación
como escultor será tardía. Hasta 1932 no empiezan
a documentarse sus primeras obras y su primera
imagen pasional no llegará hasta 1938. Precisamente
el 27 de febrero de este año es bendecida la imagen
de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado, más
conocido como El Medinaceli. Fue su primera obra y
sin duda la más popular de todas las que realizó a
lo largo de su vida. Una imagen, que al contrario
que otras de su autor, ha logrado perdurar.
Tallado
en madera de caoba, de cuerpo entero y con brazos
articulados Lainez logra una imagen de fácil
accesibilidad para el que la contempla, con una
encarnación morena y pelo natural que terminan por
completar la emotividad iconográfica de la talla.
El Cristo del
Medinaceli quedará, sin lugar a dudas, como su obra
más popular y que el mismo Lainez considerará en
diversas entrevistas como de lo mejor que había
salido de su taller. La imagen le fue encargada por
Eladio Campe y su esposa Eloisa Martín, devotos del
Medinaceli. La idea era que se pareciera al Cristo
homónimo que se veneraba en Madrid. Para ello a
Lainez se le suministraron diversas fotografías del
original. No será la última vez que Lainez trabaje
en base a fotografías, que en muchas casos estaban
amarilleadas y eran poco fiables de cara a una
plasmación correcta del modelo original. La devoción
del Medinaceli en Cádiz parte de unos cultos que en
marzo de 1936 tuvieron lugar en la Iglesia de las
Descalzas a un cuadro que era propiedad del
matrimonio Campe-Martín y en el que aparecía la
imagen del Medinaceli. La devoción fue creciendo,
arraigando en los fieles, amparada por el contexto
durísimo de la guerra civil. Las plegarias y
oraciones al Medinaceli se hicieron constantes y
ello no hizo si no acrecentar el fervor popular
hacia el Cristo. Los ejemplares de Diario de Cádiz
de la época dan cumplida fe de todos estos actos de
reafirmación religiosa, cultos que se extienden y
que llegan a hermanar a los fieles en torno a esta
popular advocación. Una vez se concluyó la talla
la reacción popular fue extraordinaria y la devoción,
desde entonces, no ha dejado de crecer. En 1956
Lainez volvería a realizar una imagen de similares
características para Chiclana. La imagen, en cuestión,
costó 4000 ptas.
A
partir de realizar el Medinaceli de Cádiz se
sucedieron los encargos. Lainez empezó a ser un
imaginero reconocido por el entorno cofrade de la época.
Incluso se planteó financiar en alguna ocasión una
estancia de Lainez en Madrid para ampliar su formación
escultórica. Este viaje nunca se produjo y Lainez
siguió poniendo en cada obra lo mejor de sí mismo,
tratando de superar todas esas limitaciones técnicas
que pudieran haberse subsanado con una formación
adecuada.
El
8 de marzo de 1939 se inaugura una exposición de
procesiones en miniatura en Cádiz. Tuvo lugar en
unos antiguos almacenes que había entre las calles
Cánovas del Castillo y Valverde. Se trataba de una
reproducción, lo más fidedigna posible, de los
cortejos procesionales, donde no faltaba la recreación
de las calles y de las plazas que sirven de
privilegiado marco a las cofradías gaditanas. Décadas
después la revista Estandarte evocaba este singular
acontecimiento en uno de sus números. Todas las
reproducciones de aquella exposición nacieron de la
gubia de Miguel Lainez Capote. En ese mismo año
realizó para la cofradía de las Angustias las imágenes
del San Juan y la Magdalena que formaban grupo
escultórico con el titular. Estas imágenes sustituían
a imágenes ya existentes que se quemaron durante la
guerra civil. Fueron bendecidas el primero de abril
de 1939. Como en tantos otros casos no se sabe el
paradero exacto de tales imágenes. Algunas de ellas
han desaparecido. La razón principal es la ya
referida escasa calidad de los materiales empleados
que fuerza a que la escultura termine con los años
viniéndose abajo. Pero en ocasiones la desidia de
unos y de otros también ha contribuido al deterioro
de algunas imágenes.
El
28 de mayo de 1939 es bendecida la nueva imagen del
Santísimo Cristo del Perdón. La imagen se talló
tomando como modelo el desaparecido Cristo de
Sopranis, donado a la Iglesia de la Merced por la
muy devota marquesa de Montecorto Clara de Sopranis,
perteneciente a la familia del mismo nombre, y que
en 1687, en su testamento, pide ser enterrada
"en la bóveda de la capilla del Santo Cristo
en uno de los colaterales de la Iglesia de la
Merced". Sopranis fue un apellido ilustre
perteneciente a una familia de regidores perpetuos
de nuestra ciudad. El 8 de marzo de 1936 la iglesia
de la Merced fue incendiada y el Cristo de Sopranis
terminó siendo pasto de las llamas. La voluntad de
los hermanos fue realizar una imagen lo más exacta
posible al original. Tarea muy difícil ya que el
original respondía a los mejores modelos iconográficos
del barroco, emparentado quizá con la escuela germánica.
Lainez realizó un crucificado que se apartaba, sin
quererlo, de los cánones del original y en el que
son patentes, quizá y dada la exigencia escultórica
que comporta un crucificado, sus limitaciones como
escultor. Un crucificado exige unos conocimientos
anatómicos que Lainez no poseía. Destacaba, eso sí,
el tratamiento del sudario que sí se inspiraba de
una forma mucho más convincente en el original y
que poseía interesantes líneas que contrastaban
con la rigidez de la talla del Cristo. El propio
Lainez completaría el grupo escultórico con las imágenes
del calvario. La primera salida procesional del Perdón
tuvo lugar la madrugada del Viernes Santo de 1940.
En 1962 el propio Lainez restauró la imagen del Señor
que con el paso del tiempo se fue deteriorando. Ocho
años después, en 1970, este misterio fue el
protagonista del cartel de la Semana Santa, obra de
Guillén Franco, y en el que el se reflejaba un
momento del paso de la cofradía del Perdón por San
Juan de Dios. En la década de los 70 era ostensible
el mal estado de la imagen del Cristo. Esta fue la
razón principal para que la cofradía decidiera a
principios de los 80 sustituirla por una nueva
imagen del sanroqueño Luis Ortega Brú. La
cotitular del Perdón, María Santísima del Rosario
en sus misterios dolorosos fue obra también de
Lainez, bendecida el mismo año que el Cristo, un 15
de octubre de 1939. El propio Lainez la restauraría
en profundidad en la década de los 50, ya que la
cofradía no estaba muy satisfecha con el resultado
de la imagen. A finales de los 70 terminó siendo
reemplazada por la actual imagen de Buiza.
La
trayectoria de Lainez en los años 40-50 explica por
sí misma el devenir histórico y el nacimiento de
un número apreciable de cofradías gaditanas que
nacen y se consolidan en el siglo XX. La cofradía
de Nuestro Padre Jesús Caído se establece como
Junta Pro Cultos en el otoño de 1941. Se reúnen en
torno a una dolorosa que existía en la Parroquia
del Carmen llamada de los Desamparados. Se precisaba
la imagen del Señor y ésta la realiza Miguel
Lainez aprovechando
una viga de caoba existente en el Carmen. Con el
obispo de la diócesis Tomás
Gutierrez Diez se aprueban los estatutos de la
cofradía. Pero en 1947 todo el entusiasmo de estos
primeros años se derrumbó y la cofradía
desapareció durante una serie de años, para tomar
cuerpo definitivo a finales de la década de los años
50. Precisamente en aquel año de 1947 estuvo a
punto de formar parte de la Procesión Magna
celebrada aquel año.
Nuestro
Padre Jesús Caído conserva en el rostro parte de
la fisonomía característica de la obra de Lainez.
La expresión serena, la sencillez en el tratamiento
del cabello, de los pómulos y de los rasgos
faciales. Con posterioridad ha recibido reformas
profundas por parte de José Paz Velez y Antonio
Eslava. En cualquier caso aún son patentes ciertas
líneas escultóricas de Lainez.
En
1939 se funda la Cofradía de la Sentencia que
realiza su primera salida en 1940. Se trata de una
cofradía fundada por un grupo de estudiantes
regresados del frente de la guerra. Esta cofradía
radicaba inicialmente en el Convento de la
Candelaria de la Calle Montañés. Pero la salida la
efectuaba desde la Castrense. En este itinerario de
iglesias por las que estuvo transitando en los
primeros años de vida la encontramos tres años en
la Iglesia del Rosario para terminar en 1949 en el
Convento de la Merced, una vez terminaron las
profundas reformas del templo. Junto al titular se
realizó un misterio que seguía las señas de
identidad del homónimo misterio macareno de la
Sentencia de Sevilla. Todas estas imágenes
secundarias fueron realizadas por Miguel Lainez. Era
un conjunto excesivamente hierático y poco
comunicativo. La cofradía con buen criterio
sustituyó estas imágenes secundarias por las
actuales de Buiza, siendo ésta la primera aportación
del imaginero de Carmona a la Semana Santa de Cádiz.
En 1950 Miguel Lainez realiza la imagen de María
Santísima del Buen Fin, cotitular de Sentencia. Fue
tallada por encargo del mayordomo de la Sentencia
Ricardo de la Fuente, que costeó la imagen. El título
de Buen Fin ya había sido elegido por los hermanos
ocho años antes de que se realizara la imagen. Obra
muy estimable que mejora sustancialmente a otras
obras marianas suyas que parten casi siempre de una
misma tipología expresiva. En María Santísima del
Buen Fin está llevada a su máxima expresión la
ternura y la delicadeza que Lainez sabía darle a
sus mejores imágenes. Lainez cobró tan sólo 1500
ptas por la imagen, 1500 ptas que cobró a plazos.
Una prueba evidente de las condiciones en las que
trabajaba y de los escasos salarios que recibía por
su obra. En este contexto era muy complicado
exigirle obras ambiciosas o de un interés artístico
mayor. Lo importante fue su desinteresada labor a
favor de las cofradías gaditanas, labor que,
insisto, no ha sido lo suficientemente reconocida.
Otra
cofradía que se funda en los años 40 – en 1944
concretamente- es la del Santísimo Cristo de la Paz
y María Santísima del Amparo, más conocida como
la Borriquita. También la figura de Lainez aparece
vinculada a los inicios de esta hermandad al firmar
en 1944 la imagen del Señor que fue bendecida el 17
de diciembre de ese mismo año. A finales de los 70
Buiza reformó la imagen del Señor, sin afectar
para nada a la mascarilla original. Fue una
intervención ejemplar en la que Buiza fue muy
respetuoso con el modelo original de Lainez.
Otra
cofradía nacida en los difíciles años 40 es la de
Sanidad: Nuestro Padre Jesús del Mayor Dolor y María
Santísima de la Salud. La talla del Señor fue obra
de Miguel Lainez y fue bendecida el 25 de abril de
1948. Venía a sustituir a una anterior del
imaginero isleño José Bey que por sus descomunales
proporciones no fue del agrado de los hermanos de la
cofradía. Lainez logró con el Señor del Mayor
Dolor una de sus mejores y más expresivas obras que
nos ha llegado intacta hasta hoy. Las restauraciones
han sido siempre respetuosas y han conservado los
rasgos del original.
Lainez
talló un Nazareno de cuerpo entero, sin
recargamientos expresivos, con sencillez elogiable e
inspirada encarnación. No es un Nazareno
itinerante, en este sentido las obras de Lainez
siempre adolecen de movimiento, de vibración, pero,
pese a ello, es una obra interesante, de lo mejor
salido del taller del imaginero gaditano. A la obra
del Cristo añadió las menos interesantes imágenes
de la Verónica que le acompañaba en el misterio y
de la cotitular, María Santísima de la Salud, que
llegó a salir formando parte del misterio. La
Virgen se bendijo el 10 de diciembre de 1950, el
mismo año que realizó la cotitular de la cofradía
de la Sentencia, ya mencionada. En 1952 tuvo lugar
la primera salida penitencial de la cofradía
sanitaria. Al pasar por la antigua Calle Duque de
Tetúan al Cristo se le rompió una pierna. De esta
manera llegó a su templo en lo que terminó siendo
un muy accidentado recorrido. Una prueba evidente de
que las obras de Lainez no estaban lo
suficientemente bien ensambladas y a veces eran
modeladas con excesiva rapidez que sumado a los
escasos medios ha provocado de cara al futuro
consecuencias funestas para la perdurabilidad de sus
obras. Una verdadera lástima.
A
mediados de los 40 principios de los 50 puede
establecerse el periodo creativo más interesante
del imaginero gaditano. En este intervalo de
tiempo firma sus mejores imágenes para la Cofradía
de Vera Cruz. Para explicar su notable aportación
a esta histórica hermandad hay que remontarse a
mayo de 1931 cuando la Iglesia de San Francisco es
saqueada y expoliada en el contexto histórico de
la Segunda República que se instaura este año.
El Cristo, afortunadamente, se salva de este
saqueo al no poder ser desclavado de la cruz. Pero
la cotitular de la Soledad y las imágenes
secundarias son destruidas. La dolorosa que salía
en el calvario sí se salva y se tomaba prestada
del Convento de las descalzas y allí es donde
sigue actualmente. En 1939 se le cede otra
dolorosa para el calvario que radicaba en la
Capilla de la Orden Tercera de Capuchinos y que
con posterioridad recabó en San José donde en
sus comienzos la cofradía de la Oración en el
Huerto le rendía culto. Una vez Sebastián Santos
talla la nueva Virgen de la Soledad en 1945 ésta
llega a incorporarse al calvario, antes de salir
independiente en su paso de palio.
A
mediados de los años 40 Lainez realiza las imágenes
de Maria Santísma de los Dolores, San Juan y María
Magdalena que saldrán durante algunos años
acompañando en el calvario al Santísimo Cristo
de la Veracruz. El grupo escultórico de Lainez
vestía ropajes con bordados decimonónicos que
prestaban a las imágenes un impacto estético
considerable. Tanto la Virgen como el San Juan y
la Magdalena conformaban junto al Cristo un
interesante y plástico conjunto. Desde los
inicios de la década de los 50 hasta 1963 las imágenes
de Lainez se consolidan en la cofradía. A partir
de aquí la Cofradía dejará de salir durante
algunos años, acuciada por problemas económicos.
Volverá a hacerlo en 1968 y repetirá salida un año
después. Será en 1969 la última vez que salgan
las imágenes del calvario concebidas por Lainez.
De 1970 a 1974 la cofradía vuelve a atravesar por
un momento crítico y no sale. En 1974 volverá a
salir, ya sin el misterio de Miguel Lainez y con
la imagen de la Virgen de la Soledad, formando
grupo escultórico con el Cristo en un mismo paso.
En 1977 la imagen del Cristo empezará a salir sólo.
La dolorosa, que salía en el calvario acompañando
al Señor, rompe la estética de otras imágenes
marianas de Lainez y resulta muy expresiva. Nunca
llegó tan lejos con su gubia el imaginero
gaditano firmando una imagen doliente, muy
emotiva, de Virgen Madre, que rompe con el modelo
iconográfico predominante en su obra dominado por
Vírgenes adolescentes de rostros amables y dolor
contenido. Esta espléndida imagen no desmerecía,
en ningún caso, al lado de la venerada talla del
Señor. Las efigies de San Juan y María Magdalena
siendo más convencionales en su composición
también son de las mejores imágenes secundarias
salidas del taller de Lainez. Se puede hablar en
estos años de un periodo de madurez artística
que lamentablemente no tendría continuidad. El
estado de conservación de estas imágenes es muy
precario, afectando a la propia mascarilla, lo
cual imposibilita cualquier tentativa de
restauración.
En
1958 Miguel Lainez realiza la imagen de María
Santísima de la Esperanza de las Cigarreras que
vino a suplir la anterior tallada por el también
gaditano Luis Jiménez y que terminó siendo, en
torno a 1962, la cotitular de la cofradía del
Nazareno del Amor. María Santísima de la
Esperanza fue costeada por un empleado de la fábrica
de tabacos y continua el modelo de otras vírgenes
de Lainez, de dolor contenido, expresión aniñada
y con la cabeza suavemente inclinada hacia uno de
los lados. Quiso Lainez, además, que su Virgen se
pareciera a la Macarena sevillana. Las posteriores
transformaciones a la que la imagen se ha visto
sometida han terminado desvirtuando los rasgos del
original.
Otra
cofradía fundada en este siglo y a la que Miguel
Lainez se verá vinculada desde el inicio será la
de la Oración en el Huerto.
La
cofradía que hoy radica en la neobizantina
Iglesia de San Severiano fecha su fundación en
mayo de 1955. Estuvo en sus comienzos en la
iglesia de San José y en la capilla Beato Diego
José de Cádiz hasta que en 1959 consigue
trasladarse a San Severiano. Miguel Lainez fue el
autor de las imágenes titulares de esta cofradía.
La del Cristo fue bendecida en la Capilla Beato
Diego José de Cádiz un Domingo de Pasión,
concretamente el 23 de marzo de 1958. Un año
después Lainez entregaba la imagen de la Virgen
de Gracia y Esperanza. En 1962, contrario a lo que
indican algunas fuentes, la Virgen acompañaba con
su paso de palio al Cristo. En la década de los
60 se añadió la imagen del ángel que aún
conserva la cofradía y en el que se plasma el
sentido femenino que Lainez confería a todas sus
imágenes. Este ángel, vino a suplir a uno de
pequeño tamaño que se atribuía a Salzillo y que
salió en una de las primeras salidas
procesionales de la hermandad. En estos inicios la
disposición del misterio seguía las pautas
compositivas del misterio sevillano de Montesión.
Un proyecto que no pudo llevarse a cabo en estos años
fue el apostolado, que en principio también lo
iba a ejecutar Lainez. Con el tiempo el ángel de
Lainez sería reemplazado por uno de Sánchez Peña
de escorzo más valiente. La talla del Cristo se
fue deteriorando y terminó siendo sustituida por
la actual de Manuel Ramos Corona. Lo mismo pasó
con el ángel de Sánchez Peña que corrió la
misma suerte que el tallado por Lainez. El
proyecto del apostolado lo terminó llevando a
cabo Luis González Rey.
De
la escasa labor como restaurador de Lainez se podría
citar su intervención en 1953 en la antigua
imagen del Santísimo Cristo de las Penas,
emparentada desde siempre a la gubia de Cosme Velásquez.
A ello sumar algunas restauraciones de sus propias
obras que con excesiva rapidez presentaban
problemas de conservación.
En
los años 60 la Semana Santa de Cádiz encuentra
en un imaginero sevillano de calidades
extraordinarias a la persona idónea para cambiar
sus titulares. Este imaginero era Francisco
Buiza Fernández,
natural de Carmona, que recogía en sus obras el
magisterio de los grandes imagineros del barroco
sevillano, de Martínez Montañés a Juan de Mesa
con epígonos ilustres como Ruiz Gijón. Buiza sería
responsable, en gran parte, de las obras contemporáneas
más lúcidas de nuestra Semana Santa. Más allá
de repetir modelos, esquemas barrocos, la obra de
Buiza va al encuentro de su propia identidad,
logrando una riqueza y una plasticidad llenas de
sugerencias y de honduras expresivas. Con la
revolución de Buiza, Miguel Lainez irá quedando
arrinconado, en un segundo plano, y los encargos
que recibe son cada vez más escasos. Entre ellos,
apenas puede citarse su inestimable colaboración
en los años 70 en la recién creada cofradía de
la Santa Cena. Reformó los cuerpos del antiguo
misterio, luego con muy buen criterio sustituido
enteramente por el nuevo grupo escultórico de
Luis González Rey. A finales de los años 60
Lainez realizó una de sus últimas imágenes
marianas: La Virgen de los Santos y Esperanza,
cotitular de la Santa Cena, que sólo pudo salir a
la calle en 1977.
La
obra de Miguel Lainez, su significación y
contribución al desarrollo de las cofradías
gaditanos no admite discusión. Más allá de los
valores artísticos está el humilde imaginero que
tallaba sin descanso en su tallercito de la Calle
la Rosa, el imaginero que se comprometía en
levantar cofradías que nacían de la nada, del
entusiasmo de unos pocos, en un contexto difícil.
Lainez era ese humilde artesano que trabajaba la
madera con paciencia, conociendo sus limitaciones
y con un amor por lo que hacía que luego se
reflejaba en sus obras. Fue el imaginero gaditano
más prolífico de cuántos trabajaron por
aquellos años. Algunos como Ramón Grosso
Portillo, mayordomo de Vera Cruz, planteaban ya en
abril de 1960 la posibilidad de homenajear a
Miguel Lainez. Como él mismo declaró entonces
"Aún no se ha llegado a hacer una demostración
colectiva de agradecimiento hacia este hombre
sencillo que ha logrado con sus escasos medios
hacer posible las aspiraciones de muchas
hermandades contando con imágenes a precios
totalmente desprovistos de interés". Todavía
se espera que las palabras de Grosso se hagan
realidad. De algún modo este recorrido pretende
poner alguna piedra en el empeño de recuperar el
recuerdo de Miguel Lainez Capote.
Conferencia
a cargo del poeta gaditano Luis García Gil el día
3 de abril de 2001 en el Colegio Argantonio de Cádiz,
dentro de los actos llevados a cabo con motivo de
la I Semana Cuaresmal del Centro.
Bibliografía:
-
Hemeroteca ' Diario de Cádiz '.
-
Hemeroteca ' La información del Lunes '.
-
Hemeroteca ' La Hoja del Lunes '.
-
Archivo Revista Estandarte.
-
Archivo Revista Sentir Cofrade.
-
Semana Santa en la Diócesis de Cádiz y Jerez.
Tomo 1. Enrique Hormigo Sánchez y José Miguel Sánchez
Peña. Editorial Gemisa. 1988.
-
Pequeño diccionario de Cofradías Andaluzas.
Rodriguez Lafita. Industrias Gráficas Gaditanas.
1980.
-
Diccionario Cofradiero. Juan Carrero Rodriguez.
Editorial Castillejo. 1996.
-
Callejero Gaditano. Serafín Pro y Ruiz. 1933.
-
La ciudad. Manuel Chaves Nogales. 1921.